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Por Kika Fumero

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Hoy estrenamos un nuevo apartado en nuestro espacio del Lyceum Club Femenino: las entrevistas. Y lo hacemos de la mano de María Teresa Rodríguez de Castro, una mujer sumamente implicada en el rescate de la memoria histórica de las mujeres de la República, un ser humano solidario y alentador. Desde aquí queremos rendirle el homenaje que se merece y agradecerle el reconocimiento al trabajo que humildemente llevamos a cabo en Lyceum.

María Teresa Rodríguez de Castro es licenciada en Derecho, investigadora académica y coautora de varios libros junto con J. A. Marina: El bucle prodigioso (Anagrama, 2012) y La conspiración de las lectoras (Anagrama, 2009).

A continuación les ofrecemos la entrevista a María Teresa, en la que nos cuenta sus andanzas por La conspiración de las lectoras y su opinión personal sobre la realidad actual, en comparación con la que vivieron nuestras compañeras mujeres de entonces.

  1. ¿Qué te movió a investigar las mujeres del Lyceum club? 

Mi interés por los movimientos sociales, en general, y en concreto por el movimiento  que condujo al reconocimiento de la igualdad  de la mujer en España, que es uno de los más interesantes, por su riqueza y particularidades. La época en la que se desarrollaron las actividades del club (finales de la Dictadura de Primo de Rivera y toda la época de la II República), y la calidad de las figuras que formaron parte del mismo, resultan particularmente atrayentes. Me interesa, además, el caso del Lyceum como ejemplo de inteligencia compartida.

  1. ¿Qué aportaron a nivel personal el descubrir sus vidas y conocer su lucha?

Me recordaron el valor que tienen las luchas por llevar a cabo un proyecto personal, cuando los obstáculos que encuentras a tu alrededor lo convierten en un esfuerzo titánico. La energía que las impulsaba surgió de su insatisfacción, de lo limitado de sus opciones por haber nacido en un momento en el que el género determinaba tu lugar en la sociedad; por aquel entonces,  únicamente las afortunadas, aquellas para las que la senda que debían recorrer por obligación coincidía con sus aspiraciones y las colmaba, se sintieron a gusto. Cumplían con un papel que les satisfacía, porque creían en él. Pero junto a éstas hubo muchas otras mujeres cuya frustración o cuyo valor prendieron la mecha del reconocimiento de lo que hoy son derechos que todos damos por sentado, sin cuestionarlos. La investigación me hizo cobrar conciencia de la función mitológica de los relatos: transformar nuestras vidas recordando cómo actuaron, o cómo habrían actuado si hubiesen podido, muchos otros antes de nosotros.

  1. ¿Cuáles fueron tus principales fuentes para empezar a investigar?

Nuestras fuentes principales fueron las memorias de algunas de ellas (como Carmen Baroja, María Teresa León, María Lejárraga, Victoria Kent,  Isabel Oyarzábal, María Campo Alange, el epistolario de Ernestina de Champourcin y Carmen Conde, los diarios de Zenobia Camprubí…) o de personajes de su época, artículos de revistas y periódicos, y, fundamentalmente, la labor magnífica y admirable de tantas investigadoras, que durante años se han dedicado a recuperar su memoria y la de los círculos de los que formaron parte, recogiéndola en numerosos libros y artículos. ¡Estamos en deuda con tantas!: sin su esfuerzo y su tesón, no habríamos podido seguir la pista de estas mujeres. Ellas recogieron el testigo de la lucha de las mujeres que formaron parte del Lyceum. A todas ellas va mi agradecimiento y mi admiración.

  1. ¿Crees que la labor que empezaron quedo inacabada? ¿Consideras que esa labor se ve aún reflejada hoy en día? 

Cada vez que una mujer lucha por su libertad y sus sueños y proyectos personales en cualquier lugar del mundo, está volviendo a encarnar un mito focalizado en su día en nuestras compañeras del Lyceum. Esa labor no termina nunca, porque la lucha por el reconocimiento de los derechos humanos y por la consecución de la justicia social continúa. Vivimos una situación precaria: los derechos conseguidos los debemos mantener con el esfuerzo común. Nunca debemos dar por sentado lo ya conseguido. José Antonio Marina, coautor del libro, y yo, queríamos hacer hincapié en el valor de esta historia como ejemplo de inteligencia social; y en la importancia de la lectura, que ensancha nuestro mundo personal, y nos ayuda a ver lo que se puede y debe cambiar.

  1. ¿Crees que estamos retrocediendo en el camino hacia la igualdad? ¿Hemos avanzado en proporción al tiempo que ha pasado desde entonces?

Hemos conseguido la igualdad jurídica y política por la que ellas pelearon, pero quedan aún restos de la situación injusta que les tocó vivir. Un buen ejemplo de estas injusticias nos lo proporcionan las madres trabajadoras, que no reciben prácticamente ningún apoyo, y que tienen que luchar frente a la incomprensión social (que las juzga con frecuencia como malas madres o malas trabajadoras, a medias entre los dos mundos), y muchas veces frente a la dejadez de los hombres.

  1. ¿Realmente existió un círculo sáfico en Madrid en esa época? ¿Qué indicios tenemos al respecto?

Se pueden encontrar datos e información acerca del “círculo sáfico” en el artículo de Vicente Carretón “Victorina Durán y el Círculo Sáfico de Madrid”, y en el libro de Angie Simonis “Yo no soy esa que tú te imaginas”. Los manuscritos de las memorias de Victorina Durán (“Sucedió”, y “Así es”), que era socia del Lyceum,  son el mejor testimonio de este Círculo, según mis últimas noticias aún no han sido publicados. Tengo entendido que a Vicente Carretón la familia de Victorina le hizo llegar los manuscritos.

  1. Te agradeceríamos que finalizases contándonos una anécdota destacable en la aventura de tu investigación.  

José Antonio Marina, coautor del libro, y yo vivimos una apasionante experiencia con esta investigación. Todo partió de una conversación que tuvieron Carmen Martín-Gaite y José Antonio una tarde en el jardín de éste, hace varios años, durante la cual Carmen le habló de su interés por investigar el Lyceum Club, interés que le había venido por su admiración por los libros de Elena Fortún. En uno de ellos, Celia, lo que dice, Elena convierte a la madre de Celia en socia del Lyceum. Carmen se preguntaba, extrañada, qué curioso lugar sería ése, al que la madre desaparecía una vez por semana… No pudo escribir el libro que le hubiese gustado. José Antonio, años después, mientras trabajábamos en el libro “La revolución de las mujeres. Crónica gráfica de una evolución silenciosa”, recordó, entusiasmado, la conversación con Carmen. De ahí surgió el libro.