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Por Kika Fumero

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Carmen Martín Gaite se declaró profundamente influenciada por esta excelentísima escritora de literatura infantil, quien defendiera a capa y espada la importancia de la mujer en el mundo literario. Así se lo transmitió al final de sus días a Esther Tusquets y a Carmen Laforet, a través de la correspondencia que mantuvo con ellas. Según cita Nuria Capdevila-Argüelles en su estudio Elena Fortún (1885-1952) y Celia. El bildungsroman truncado de una escritora moderna, dicha correspondencia giraba «en torno a la constante conminación a las jóvenes escritoras para que escribiesen y para que la escritura fuese el eje de sus vidas, contra todo y contra todos si fuera necesario».

La escritura llegó tarde a la vida de E. Fortún. Según su amiga argentina Inés Field, Fortún comenzó a escribir «obedeciendo a un impulso irresistible y a la presión de innumerables cosas que se le ocurrían, tenía que encerrarse en el baño para que no la viera su marido, porque era causa de escándalo y de prohibiciones absolutas. Eso duró mucho tiempo -hasta el éxito, supongo-«. Poco se sabe de la vida de Encarnación Aragoneses Urquijo, a quien la mayoría conocemos por Elena Fortún, su pseudónimo literario. Para acercanos a esta espectacular mujer, conocerla y poder llegar a ella, debemos seguir la huella de la pista más reveladora que nos dejó de sí misma: Celia Gálvez de Montalbán. Las similitudes entres las vidas de ambas son notorias, y un profundo estudio de su obra nos lleva a pensar que Elena Fortún creó a Celia para expresar a través de ella asuntos de índole feminista que inquietaban a las mujeres del Lyceum Club -entre las que ella se hallaba-, como por ejemplo el papel de la maternidad en una sociedad en la que la emancipación de la mujer empezaba a surgir, o bien la importancia de la educación para crear y formar a la mujer. Dicho de otro modo, Celia nació para rescatar a Elena.

Dos muertes importantes en la vida de Elena Fortún: la de su hijo, Bolín, con apenas 10 años de edad, y el suicidio de su marido cuando se vieron obligados a exiliarse en Argentina. Dos muertes destacables en la vida de Celia: la de la ficción que marca el fin de la infancia y la de su madre que marca una entrada forzada y temprana en la vida adulta. En ambas vidas están presentes ese continuo ir y venir de lugares, dejando atrás personas y objetos, y sufriendo el abandono y la inestabilidad que ello conlleva. Ambas eren seres nómadas en continuo movimiento. Elena transmite a través de Celia su yo de autora, apropiándose de su voz para luchar por la emancipación de la mujer y reflejando en la misma Celia la creatividad e imaginación que ella desarrolló tarde en su vida. Pero no solo en el personaje de Celia descubrimos rasgos de la misma Fortún, sino también en la madre de aquélla, a quien le gustaba pasar sus tardes en el Lyceum Club y quien mostraba cierta indiferencia ante su hija. Una mujer con deseos de libertad, con una vida propia independiente de la de su marido, como la misma Elena. Se pone en evidencia así las ansias de liberación de la mujer y el rol de madre en la vida de la nueva mujer moderna.

El éxito de la literatura infantil de Elena Fortún radica en la puesta en relevancia de un sujeto hasta ahora ignorado y silenciado: el niño y la niña. En la línea de sus compañeras del Lyceum Club Femenino, Isabel Oyarzábal y María de Maeztu (entre otras), E. Fortún seguía las pautas de la Institución Libre de Enseñanza y del Instituto Escuela. Para todas ellas la Educación era esencial, el único camino posible hacia la regeneración social y la modernidad.

No quisiera concluir sin antes contarles una curiosidad, algo que me hace sentir una incontrolable debilidad hacia Celia (más de la que ya le tuviera antes de conocer la historia): Celia es chicharrera. ¡Sí, sí, como lo oyen! Nació en Tenerife, en la misma tierra que yo, en un viaje que Encarna realizó con su marido unos años antes de que María Lejárraga leyera esas maravillosas historias infantiles y decidiera que tenían que publicarse. Entusiasmada, y entusiasta como era, María ayudó a su amiga Ecarna, convencida de que aquellas historias tenían que llegar a sus destinatarios: a las más y los más peques.

En esta nueva entrega queremos acercar a nuestras lectoras al mundo de Celia (y, por tanto, de Elena). A continuación las dejamos con una buena dosis de literatura multimedia que les permitirá viajar a la época de Celia Gálvez de Montalbán, y adentrarse en su vida y en su latir más íntimo. ¡Espero que lo disfruten!

Capítulo 1: Soy Celia

Celia es una niña de siete años , perteneciente a una familia de la burguesía madrileña de los primeros años de la Segunda República. La acción comienza la noche de Reyes, cuando Celia, como todos los niños, hace cábalas sobre la generosidad de sus majestades. Celia está convencida de que su madre es realmente un hada, y de que a ella no le puede pasar nada. En cuanto a su padre, cree que es el hombre más guapo y bueno del mundo. De la educación de Celia se encarga Miss Nelly, una inglesa austera, con quien la niña no congenia. Contrariando su voluntad, Celia lleva a su gata a la bendición de San Antón, ante el asombro e indignación de la institutriz. La fantasía desbordante de Celia origina pequeños dramas sin cuento, y con la mejer voluntad se ve envuelta siempre en desastres e incidentes. La Miss acabará despidiéndose y la madre le ruega entonces a su antigua niñera, doña Benita, que vuelva. Celia tiene un hermano pequeño al que llama «Cuchifritín» al que por poco ahoga por intentar bañarlo.

Capítulo 1 - Soy Celia

Capítulo 2: Doña Benita

Llega doña Benita, pero la pobre anciana está lejos de ser el remedio buscado para Celia. Celia y una amiguita se pierden en el Retiro y tendrán que llamar a la Policía. El padre de Celia tiene un hermano, Rodrigo, antiguo oficial del ejército africano, que al retirarse vuelve a Madrid con un joven morito como asistente, Maimon. Celia y Maimon encajan admirablemente, y entre los dos urden las trastadas más sorprendentes. Un día Celia decide resolver los problemas de una anciana inválida haciéndose pasar por su hada protectora. Y una tarde de nieve, Celia llega a convencer a doña Benita para que compre un borriquillo. Lo meten en la propia casa de la calle Serrano. Los destrozos causados por el animal y el peligro que corre «Cuchifritín», el bebé, al querer Celia subirlo al burrito, convencen a los padres de que llamar a doña Benita no fue la mejor solución.

Capítulo 2 - Doña Benita

Capítulo 3: El verano

Llega el verano. A Celia le cortan el pelo, por lo que se siente obligada a hacer lo mismo con sus muñecos y la gata. El mes de agosto, Celia lo va a pasar en un chalet de la sierra madrileña, mientras sus padres viajan a Paris. Doña Benita vuelve a hacerse cargo de la pequeña. En casa de una nueva amiga, Carlotica, las dos niñas devuelven al abuelo sus ilusiones teatrales ya olvidadas, aunque sea a costa de convertir la casa en un auténtico campo de batalla. Vuelven los padres, en el viaje han gastado demasiado y Celia decide colaborar con ellos y trabajar como sirvienta en un pueblo cercano. La Guardia Civil se encarga de descubrirla y la lleva al domicilio familiar. La tía Julia aconseja un colegio de monjas que ella conoce para «civilizar» y educar a la niña. El padre no está muy decidido, pero una última trastada con «Cuchifritín» le obliga a aceptar el proyecto.

Capítulo 3 - El verano

Capítulo 4: En el colegio

La disciplina férrea de las monjas supone para Celia un tremendo choque. Con las niñas no acaba de llevarse bien, pero se hace amiga de dos monaguillos y su pandilla. Estos le gastan una broma: le dicen que van a Madrid escondiéndose en el carro del huevero y Celia se les une con la ilusión de volver a casa y Celia tiene que tirar parte de la mercancía para obligar al huevero a detenerse. Las monjas la castigan, y ésta se venga diciendo, a las visitas de las niñas, que hay una epidemia de sarampión. Los familiares retiran a las niñas y Celia da una explicación «es el fin del mundo». Celia comienza a culparse de los pecados de los demás y el capellán Restituto le impone una penitencia. Decide ser santa y cuando su padre viene a verla, pretende no verlo para «sacrificarse» por ser precisamente lo que más le apetece. Pero luego, cuando habla con él, confiesa que el colegio es más divertido que el mejor libro de aventuras.

Capítulo 4 - En el colegio

Capítulo 5: Ni santa ni mártir

La decisión de ser santa, o por lo menos mártir, lleva a Celia a extremos disparatados, contra los que lucha don Restituto. Un día, al levantarse don Restituto la sotana para sacar unas llaves, Celia descubre que lleva pantalones, como su papá, y es, por tanto, un hombre. Celia y una amiga están decididas a seguir adelante con su propósito de santidad, construyendo primero una capilla con ladrillos robados, y planeando después una huida a tierras africanas. En el colegio una de las monjas idea un truco para que la madre superiora pregunte y cada niña conteste lo correcto, ante la asistencia de las familias. Pero las niñas dan respuestas inverosímiles y Celia se ve obligada a explicar lo ocurrido y es castigada. Sus padres parten hacia la China, llevándose a «Cuchifritín». Ella se quedará sola con las monjas. Su padre, como obsequio, le regala un libro en blanco para que escriba en él lo que quiera.

Capítulo 6: Hasta la vista

Al colegio llega doña «Merlucines», una vieja avinagrada y chisosa, que pronto hace la vida imposible a Celia. La guerra entre ambas registra muchas batallas, de distinto tono y magnitud. Celiz se come sus chorizos, la señora espulga a la cigüeña y trata de exterminar a las cucarachas. Celia llena el dormitorio de doña «Merlucines» de cucarachas, lo que hará creer a las monjas que la pobre mujer padece un ataque de auténtica rabia. Celia ha de refugiarse en su escondite de la huerta para sentirse libre y feliz. Llegan unos titiriteros que dicen que van camino de la China. Celia no puede irse con ellos, como desaría, pero puede hacerlo imaginariamente y escribirlo en el libro que le regaló su padre.